RECOMPENSAS: APADRINAMIENTO LECTOR DE ESTA SEMANA


Hoy como cada semana, les fuimos a contar unos cuentos a los peques de Infantil. Hoy tocó sobre la ira y la rabia, esas que muchas veces sufren nuestros peques, esperemos que con los dos cuentos les sirva para que la emoción que presentan es totalmente normal, pero que poco a poco deben de ir aprendiendo a controlarla (que no es nada fácil, por supuesto)





PRIMER  CUENTO CONTADO:

El hombre airado (CUENTO SOBRE LA IRA)
 Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta situación y un día decidió solucionar su problema. Para ello, fue en busca de un viejo sabio que conocía como nadie los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo: “Señor tengo fuertes arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que es mi carácter, pero estoy dispuesto a hacer lo que usted me recomiende para cambiar”.
“Puedo hacerme una idea de lo que te sucede pero, para ayudarte, la próxima vez que te invada la ira, deberás venir corriendo para mostrármela.”, le ordenó el sabio. 
Tras unos días de calma, el hombre volvió a notar cómo la ira se apoderaba de él y salió a toda prisa a ver al anciano. Pero, como vivía en lo alto de una colina, tardó más de media hora en llegar. Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado el ataque. Y así sucedió una y otra vez, pues cuanto más corría, más agotado y menos enfurecido llegaba ante el sabio.
 Un día llegó superagotado y el venerable anciano sentenció: “Creo que me has tomado el pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías enseñármela. No es tuya. Te atrapa en cualquier sitio y luego te abandona. Así que la solución a tu problema es fácil: la próxima vez que quiera apoderarse de ti, no lo permitas y haz algo para que no te controle ella a ti.”

SEGUNDO CUENTO CONTADO:
UN CUENTO SOBRE LA RABIA
Se cuenta que había una vez un niño que estaba de malhumor muy a menudo y que cada día se peleaba en el colegio con sus compañeros. Cuando se enfadaba, la rabia y la ira se apoderaban de él y decía y hacía cosas que herían a los demás niños. Los mayores le llamaban la atención a menudo y le explicaban que lo que estaba haciendo provocaba el rechazo de sus compañeros pero él no conseguía cambiar.


Consciente de la situación, su padre un día le dio una bolsa de clavos y le propuso que, cada vez que discutiera o se peleara con algún compañero, clavase un clavo en la puerta de su habitación.
El primer día clavó treinta y tres clavos.


Terminó agotado, y poco a poco fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira que clavar clavos en aquella puerta.
Cada vez que iba a enfadarse se acordaba de lo mucho que le costaría clavar otro clavo, y en el transcurso de las semanas siguientes, el número de clavos fue disminuyendo. Finalmente, llegó un día en que no entró en conflicto con ningún compañero.

Y SU MORALEJA

Había logrado apaciguar su actitud y su conducta. Muy contento por su hazaña, fue corriendo a decírselo a su padre, quien sabiamente le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta. Meses más tarde, el niño volvió corriendo a los brazos de su padre para decirle que ya había sacado todos los clavos.


Le había costado un gran esfuerzo.
El padre lo llevó ante la puerta de la habitación. “Te felicito”, le dijo. “Pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando entras en conflicto con los demás y te dejas llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como estas. Aunque en un primer momento no puedas verlas, las heridas verbales pueden ser tan dolorosas como las físicas. No lo olvides nunca: la ira deja señales en nuestro corazón”.


Y por último, nuestros alumnos de la clase de quinto y sexto les presentaron a una emoción nueva de nuestro libro de las emociones:

"La calma"




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